Para Ronald Escobar, cuatrista profesional, es necesario incentivar desde la escuela el amor por la música venezolana. “Primero debemos conocer sobre arpa, cuatro y maracas antes de aprender sobre música clásica”. Desde los hermosos espacios del Centro de Arte La Estancia, el equipo del Proyecto Chichiriviche Cultural se reunió con él para conversar sobre su carrera y próximos proyectos
Por María Daniela García Rojas.-
Bajo el nombre de Ronald José Escobar Cruces, nace en Chichiriviche -Edo. Falcón-, el 5 de junio de 1988. Es el tercer hermano de una familia numerosa y es un joven sencillo, alegre, amante de la salsa, “y de todos los ritmos que puedan bailarse”, bromea. Desde hace dos años hizo de Caracas su ciudad.
Cuatro solista
A los cinco años recibe un regalo que cambiaría el futuro. Su padre le obsequia un cuatro. “Comencé a recibir lecciones de música con el famoso Miguel Calambeco, que vivía cerca de mi casa. Sólo aprendí a tocar tres acordes porque pronto dejé de asistir a las clases. Abandoné el cuatro y estuvo mucho tiempo tirado, partido y sin cuerdas”, recuerda.
—¿Cómo defines tu estilo?
—Yo soy un artista que ha tomado las distintas enseñanzas de los maestros con quienes he tenido la oportunidad de compartir. Siempre intento crear una composición musical que resulte agradable a los oídos pero sin olvidar que debemos ser impecables en la ejecución. No toco para otros músicos, toco para transmitir sentimientos que no sé transmitir de otra forma. No quiero demostrar que soy mejor que otros, quiero alegrar a las personas a través de mi música. A fin de cuentas, estamos haciendo arte.
Cuando tenía 18 años, un amigo llanero que visitaba la familia, le despertó el interés por la música nuevamente. Ronald Escobar aún disfruta al recordarlo entonando música venezolana junto a su cuatro. “Me hizo comprender que la música siempre tuvo un lugar importante en mi vida”, afirma.
—¿Por qué el cuatro y no otro instrumento musical?
—Cuando decidí retomar las clases de música y buscar ese cuatro viejo que tenía en alguna parte de mi casa, mis amigos y hermanos, estaban aprendiendo a tocar guitarra. Cada vez que los veía, sentía que debía hacer algo diferente. Ese algo significaba rescatar los ritmos tradicionales y la versatilidad que ofrece el cuatro. Es uno de los instrumentos más difíciles y complejos porque con él puedes tocar todos los ritmos musicales que te propongas. Es un instrumento más parrandero.
El cuatro como carrera
Junto a un pequeño manual que conservaba desde su niñez, se dedicó a conocer más sobre los géneros, ritmos y notas musicales. La primera canción que versionó se llama El cuarto de los recuerdos de Reinaldo Armas. Hoy rememora con agrado que “tan sólo tenía cuatro acordes y yo atormentaba diariamente a mi madre con esa canción”.
Debido a que no contaba con un profesor que le guiara en su carrera musical, descubrió que a través de YouTube –sitio Web donde los usuarios pueden subir y compartir videos- podía conocer sobre el trabajo de otros cuatristas del país y el mundo. “Así fue como contacté a Daniel Requena, quien es el fundador de la cátedra de cuatro del Conservatorio Simón Bolívar. Me puso en contacto con Carlos Capacho, con quien hice la audición y conseguí el cupo en el conservatorio”.
—¿Por qué decides vivir en Caracas?
—Para ese momento, trabajaba en un comercio en Chichiriviche, y viajaba cada quince días para asistir a las clases en el conservatorio. Los gastos se hicieron cada vez más grandes y tuve que tomar una decisión. Finalmente decidí hacer del cuatro mi carrera y mi vida.
Desde entonces, es alumno del reconocido maestro Carlos Capacho en el Conservatorio Simón Bolívar. También forma parte de la Escuela de Música José Reina, donde es discípulo de Fermín Dellán. En ambos institutos recibe estudios formales de música y cuatro.
—¿Qué hace que Cheo Hurtado –cuatrista venezolano fundador de Ensamble Gurrufío- sea una inspiración para ti?
—Es un cuatrista con mucho talento, para mí, el mejor de Venezuela y el mundo. En su ejecución es limpio, preciso y versátil.
Viajar tocando
—Además de la música ¿Desarrollas otras actividades?
—Desde hace un año imparto clases a un grupo de 8 niños. Las clases son los miércoles, jueves y viernes en el núcleo de Filas de Mariches de la Fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (Fesjinov). Son niños que quieren aprender sobre música y ritmos venezolanos.
Aunque ha ofrecido conciertos en el Centro de Arte La Estancia, Museo de Bellas Artes y en distintos festivales de música, considera que no está totalmente preparado para ser concertista. “Se necesitan años de preparación y ofrecer al público toda la experiencia acumulada. Actualmente siento que mi camino es otro”, reflexiona.
Y ya encontró ese camino. En agosto, inicia estudios de educación, mención Música, en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL).
—¿Por qué decides por la docencia?
—No todos nacemos para ser famosos. Aunque es indescriptible la emoción de estar frente al público, no me otorga el mismo placer de compartir mis conocimientos con niños y jóvenes. Quiero trabajar por nuestras tradiciones. Quiero lograr que aquel niño que quiera conocer de música se inicie con arpa, cuatro y maracas. Para mí, primero es una arepa que caviar. Por eso aplaudo la labor de Cheo Hurtado, quien ha logrado que en Noruega, Rusia o Estados Unidos bailen nuestros ritmos y se enamoren del cuatro. Mi aporte a la sociedad está en impulsar el conocimiento de nuestras raíces.
—¿Algún sueño por cumplir?
— Muchos. Me encantaría grabar un disco con las canciones que he versionado en cuatro solista y más adelante las canciones que pueda componer. Pero mi verdadero sueño es viajar, viajar tocando. Como lo hizo Cheo Hurtado, dar a conocer a Venezuela y su riqueza cultural y musical. Siempre pensamos que la mejor música es la de afuera, y olvidamos la que nace de nuestros pueblos y nos diferencia del resto del mundo.
—¿Cómo describes Chichiriviche?
—Hermosos paisajes playeros y estupendo clima tropical, pero sobre todo gente amable y respetuosa. Como decimos coloquialmente, “somos salidos”. El turista que nos visite siempre conseguirá hospitalidad.
—¿Cómo evalúas el Proyecto Chichiriviche Cultural?
—Chichiriviche es un lugar que por muchos años estuvo carente de distintos incentivos sociales. Aplaudo la labor porque todos buscamos hacer de nuestra tierra un pueblo noble. Ya basta de mendigar, es hora de darle un poquito de arte, de cultura, de espacios recreativos. Debemos prestarle apoyo para motivar a sus habitantes a formar un territorio ciento por ciento productivo.
Años atrás, Ronald Escobar formó un centro de formación denominado “Escuela musical de la Costa”. Junto a dos amigos de la infancia impartían clases de cuatro, guitarra y violín a los niños del pueblo. “Abandoné la escuela para venir a estudiar. Pero siento que me estoy preparando para volver y ofrecer mis conocimientos a todo Chichiriviche”.